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sábado, 10 de mayo de 2014

Yebel Musa (Marruecos)

La aventura comenzó muy temprano, a las 6:15 de la mañana, cogíamos el primer ferry que nos llevaría a Ceuta.





Llegamos a Ceuta con las primeras luces del alba y lo primero que hicimos fue tomarnos un buen desayuno con las tortas típicas marroquíes "msaman"
   




El autobús que nos llevaría a la base de la montaña donde comenzaríamos la ruta.


Las murallas de Ceuta, fotos tomadas desde el autobús.




El barrio "El Principe", famoso por una serie de televisión.




Después de la obligada parada en la frontera para el control de pasaportes, tomamos una carretera de montaña en busca de nuestro destino.


Por fin llegamos a Beliones (Belyounech), pequeño pueblo costero, muy bonito, bastante humilde, un poco estancado en el tiempo en cuanto a las calles, aceras, etc. que contrasta con nuevas construcciones de viviendas o chalets con piscinas y puertas talladas a mano. Se conservan ruinas de una antigua factoría ballenera.





Yebel Musa
Se considera una de las columnas de Hércules junto con el Peñón de Gibraltar. Cuenta la mitología que ambas montañas, ambos continentes, Europa y África, estaban unidos hasta que un día Hércules enfurecido por la infidelidad de su amada, tomó en cada mano ambas montañas separándolas y formando el estrecho. A su amada la transformó en piedra y la condenó a un sueño eterno convirtiéndola en el Yebel Musa o mujer dormida/muerta.







Cruzamos el pueblo buscando el inicio del sendero.





Rápidamente comenzamos a ascender por un camino de piedras.  


Un horno de carbón vegetal nos recuerda la España de hace 40 años.


En los alrededores encontramos restos de una antigua mina de manganeso.



Arboles retorcidos e inclinados hacia Poniente por la fuerza del viento de Levante.


En esta zona encontramos un par de pozos que imagino suministran agua al pueblo.



Las vistas mientras ascendíamos eran cada vez mas impresionantes.





El camino serpenteaba de izquierda a derecha para poder salvar la pronunciada pendiente.





Poco a poco vamos subiendo hasta llegar a una nueva vertiente, estamos a medio camino, ahora comienza la parte mas dura.


Desde este punto alcanzamos a ver Tánger al fondo.



Y comienza la ascensión por esta pared casi vertical, aquí sobran los bastones pues necesitamos las manos para trepar por las rocas, esta parte se puede considerar un poco peligrosa además de por la tremenda subida por el riesgo de desprendimiento de rocas. 






Tánger


Por fin podemos divisar la cumbre.



En la cima se encuentra una pequeña construcción o refugio, una especie de tumba según el guía marroquí, además del punto geodésico que esta representado por una especie de triangulo metálico. 
Las vistas desde este punto son espectaculares, desde Trafalgar a Sierra Nevada, pasando por Gibraltar, la bahía de Algeciras, Tarifa, Bolonia, si seguimos girando Ceuta y la costa de Marruecos, Tánger, el Islote de Perejil, etc.




Después de tomarnos el bocadillo para reponer fuerzas y recrearnos con las vistas, comenzamos el temido descenso, con la misma precaución que la subida pues las piedras sueltas hacen que mas de uno termine con el trasero en tierra.



En pleno descenso me encontré esta Amapola de Grazalema (Papaver Rupifragum), si no estoy equivocado, una rareza botánica en peligro de extinción, que solo se conoce en nuestra sierra, esto nos da una idea de lo similar de la vegetación de esta zona con la nuestra. 






África y Europa, dos continentes, tan cerca pero tan lejos, en medio el estrecho. 



Una vez realizada la primera bajada, continuamos bajando hasta llegar a un pozo donde nos refrescamos, para continuar la marcha ahora por un sendero pegado a la costa.



El camino repleto de lentiscos muy similar a lo que nos encontramos en nuestra sierra.



El islote de Perejil, famoso por la reciente disputa con el país vecino, en realidad una mole de piedra con cuatro matojos.



Perejil









En esta zona podemos ver una pequeña construcción militar.




A la vuelta pasamos nuevamente por el pueblo de Belyounech, los vecinos al oírnos pasar, abrían sus pequeñas tiendas para ofrecernos sus productos.






  









Ya en el barco de regreso para la península, observamos por penúltima vez la imponente montaña que acabamos de visitar y que quedará en nuestras retinas para siempre.


En definitiva hemos disfrutado de un día estupendo, rodeados de buena gente.
 Repetiremos